Sobre Latinoamericanismos


El marco histórico que rodea a la literatura latinoamericana y que indica el inicio de la edad contemporánea en esta, está perfilada por una serie de sucesos no sólo regionales, sino también internacionales; que si bien fueron importantes para trazar las nuevas sendas de escritores nacientes en este continente, también lo fueron para redibujar lo que sería una nueva era de lectores, todos fruto de un mundo en creciente estado de cambio, industrializado, bajo constante clima de guerra (segunda guerra mundial, guerra fría, guerra del chaco) y un paulatino sistema capitalista y mercantil.

Es importante destacar que, a pesar de que lo que se conoce como “Literatura Contemporánea Latinoamericana” tenía más años de vigencia, su edad de oro o boom se dio realmente entre los años mil novecientos sesenta y mil novecientos setenta. Esta época es quizás la más importante para los literatos latinoamericanos tras más de doscientos años de hegemonía europea y, para nuestro caso en particular, española. Sin embargo, es siempre importante tomar en cuenta la importancia que tuvo Europa para la autoría latina, esta mezcla de influencias variopintas, desde Flaubert para Vargas Llosa a Baudelaire para Neruda, fueron el detonante de una escritura o de un método de escritura latinoamericano, único, mágico, fluido y profundamente edificante, un espejo de los pueblos donde el lector podía reencontrarse con su cultura, costumbres y prácticas.

Hablamos claro dos centurias de insuficiencia, de necesidad de una lectura popular como cosmopolita, andina como costeña, indígena como mulata y negra como europea.

Obras como la de Arturo Uslar Pietri en Venezuela, José María Arguedas en Perú, Jorge Luis Borges en Argentina o Juan Rulfo en México; sirvieron para construir más que crear las bases de lo que sería esa nueva voz dentro de la poética (no confundir con poesía).

Estas dos décadas de frutos magnificentes en cuanto a carga intelectual, fueron la consecuencia de décadas de maduración y empuje, la carestía de buenas obras regionales y modernas era inexplicable considerando la larga y rica tradición cultural de los pueblos latinoamericanos; se dieron entonces los primeros pasos de un naciente estilo, el realismo mágico; un estilo de escribir completamente metalinguístico, la lengua hablando de sí misma; introducida en Hispanoamérica por Arturo Uslar Pietri y desarrollada hasta sus límites conocidos hoy en día por autores de la talla de Gabriel García Márquez y Juan Rulfo; novelas como “Pedro Páramo” o “Cien años de soledad” son las cumbres del realismo mágico.

La voluntad de estos escritores así como su originalidad y soltura llevó a otros poner una voz en aquellos que no la tenían; toma forma el indigenismo de Ciro Alegría, Jorge Icaza o José María Arguedas, el ultraísmo de un joven Borges, o el martinfierrismo de Evar Méndez; toda una explosión demográfica de autores plasmando las voces de América, las distintas visiones de un mismo plano que exigía ser visto desde diferentes ángulos.

Una característica aparte y a tomar en cuenta acerca de este período de la historia latinoamericana es la oralidad y el enfoque general de las obras. A pesar de que tratábanse de ficciones y mundos posibles de una gran diversidad y cada uno más variopinto que el otro, hay algunos elementos sueltos en cada uno de ellos que pueden denotarse con una lectura profunda, lectura que, ya hecha en el pasado, no ha sido más que confirmada por sus mismos autores. La literatura contemporánea latinoamericana es una literatura de perspectiva; es decir que la realidad o la gran verdad de la obra tendrá siempre un enfoque particular, y que la cantidad de esquemas y posibles juicios nunca serán absolutamente certeros ni completamente ciertos, dependerán siempre de la forma de ver el mundo. Esto puede darse desde la presencia de un narrador omnisciente (diversas voces) o uno en primera persona y protagonista, el más común dentro de la literatura contemporánea latinoamericana y otra característica de la misma.

Ejemplos de esto son “Las lanzas coloradas” de Arturo Uslar Pietri, donde la visión de una Venezuela convulsa en medio de la guerra independentista varía desde la pasión y las ansias de poder de Presentación Campos, hasta la ingenuidad y desventura de Fernando Fonta; por lo que, la voz del autor nunca se impone sobre la voz de sus personajes; nunca se sabe si Uslar Pietri deplora o acepta la masacre de negros o las barbaries de la guerra, son sus personajes hablando, demostrando su visión de esta ficción; por otra parte tenemos “El Túnel” de Ernesto Sábato, una obra vívida, cuyo narrador "parece ser" el mismo protagonista y donde el lector es sumergido en la perspectiva de un asesino, Juan Pablo Castel.

Un punto interesante acerca de todo esto es la temporalidad; dentro de esta época se presentó un hecho muy curioso y ello fue la continua creación de obras donde el tiempo dejaba de ser lineal y pasaba a ser circular. Existe un cuento de Jorge Luis Borges muy famoso y además bastante crítico y metafórico que parece plasmar este hecho, “Las Ruinas Circulares”, -(Ficciones, 1944); en este relato el personaje es un hombre-deidad que se ha dispuesto a crear un ser vivo, un nuevo hombre; para ello se ha sumido en las profundidades de la jungla con el fin de obtener la energía y la vitalidad suficiente del templo del dios del fuego y allí, a través de sus sueños, crear, erigir, fundar. Sin embargo, se entera al final de que él mismo está siendo soñado por alguien más.

La sensación cíclica, invariable que nos da este relato es una generalización inmediata de la importancia del tiempo circular para las obras de la época. Ejemplos son: “Cien años de soledad”, el prólogo “Reino de este mundo” de Alejo Carpentier, o algunos poemas y obras de Neruda, donde la sensación de repetición se da con la redundancia poética o la aliteración prosaica.

Es importante dejar en claro que esta era no fue meramente narrativa, sino que todos los aspectos de la poética se vieron desarrollados, desde la poesía con movimientos de peso como el vanguardismo de César Vallejo o el nadaísmo de Gonzalo Arango y la poesía negra de Nicolás Guillén; hasta la ensayística con pesos pesados como Octavio Paz, Carlos Fuentes o el mismo Borges.

Tenemos entonces que las características que rodean a este nuevo lenguaje latinoamericano nacen de las mismas costumbres e ideologías de los pueblos que les dan vida, algo tan absolutamente obvio que merece ser mencionado; hablamos de una voz latina, incompleta como la vanguardia, cortada, despedazada por siglos de yugo, una voz del hombre como ser y sus problemas sociales, una voz absurdamente política y seriamente jovial, una voz que se repite, que es cíclica, una voz que se define por los personajes que crea y la manera en que estos construyen su propio mundo; una voz que ha dejado de ser la de sus autores para convertirse algo de mayor envergadura, en una literatura, una literatura latinoamericana.

1 comentario:

  1. Interesante....

    Sin duda "cien años de soledad" para mi uno de los mejores libros que eh leido en mi vida *-*

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