Tiempos de vanguardia


Últimamente he sentido una imperante necesidad de conocimiento; siento también que nos encontramos en tiempos críticos donde una doctrina de la desculturización está siendo llevada a cabo con infame alevosía y conocimiento de causa por aquellos que dictan la doctrina social. El pueblo no es autor de sus acciones y esto es más que notorio. Produce en mí terrible tristeza tener que ver como conocimientos que en una época fueron de general dominio, aún con sus sutilezas y su “glissement” se han perdido en una vorágine generalizada, pérfida y mortal.

Vivimos en un caos generalizado y creo que por estas razones es que siento esta necesidad de conocimiento como una carrera contra el tiempo. ¿Qué nos permite corroborar que adrede y sin dolencia no seríamos capaces de flagelarnos la cabeza y dejar de lado el conocimiento, la filosofía, el amor por lo sabio y lo ilustrado? Es triste vivir en un mundo donde los poetas mueren a la par de dios, un mundo sin poetas, ensoñación socrática, es para mí un mundo sin voz, una oralidad invertida. Decía Discépolo: “que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”; tenía razón, y a pesar de que más adelante arroja sus punzantes y mordaces ataques contra el siglo que vivió, me pregunto si viviendo en este siglo habría escrito un tango o se habría suicidado directamente.

Hablamos de una sociedad insoportable en sus aspectos incluso más mundanos; lo que siempre ha estado podrido ahora lo está más, pero algo diferencia tajantemente la postura pasada y la presente: ahora lo rancio, lo putrefacto, es aceptable.

La décadence humana, la de Nietzsche y la de Schopenhauer, esa décadence, me gustaría deformar, no está ni en la blasfema debilidad, antítesis del heroísmo primigenio helénico, ni en el “dulce seno” de la entrega religiosa, está en una instancia inconexa entre ambas; habitamos una esfera vacía, donde todo está mutilado, lisiado e impedido. La vanguardia latinoamericana no fue un efectismo poético, fue un grito de auxilio, fue una voz consciente, estudiosa del romanticismo alemán y la ilustración francesa. Fue una ruptura creadora. Hoy en día se necesita una nueva vanguardia latinoamericana, una pluma que carezca de estilismos, una pluma que profane, que viole, que destruya desde la palabra al mundo, que derrumbe edificios y montañas, pero sobre todo, que nunca, nunca sea confundida con una actitud anárquica, que promueva el orden a partir de las cenizas.

Yo invito a luchar contra la décadence, invito a leer y reventarnos el papel en la cara y comérnoslo. Esta vanguardia que no debe llamarse así no debe ser una actitud únicamente literaria, debe abonarse en las mentes de los líderes, debe, con mano firme, instruirse en sus débiles corazones.

Tomo a la vanguardia como ejemplo, aunque no soy un escritor de vanguardia, porque considero que a nivel latinoamericano, fue el único movimiento con la suficiente capacidad, conocimiento lógico y profundidad como para construir, desde esas tan necesarias “cendres”, algo bueno y útil.

Mi visión es destruir desde la pluma para que otros edifiquen con la voz.

"Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer..." ("Altazor", Vicente Huidobro).

No hay comentarios:

Publicar un comentario