El tango no es sólo el sur (Parte I)


Nací en un barrio donde el lujo fue un albur, por eso tengo el corazón mirando al sur”. Así empieza este hermoso tango compuesto por la virtuosa bonaerense Susana Rinaldi; una primera observación permite comprobar la aparición de las imágenes más comunes y recurrentes del tango argentino. Se habla por supuesto de ese tono arrabalero que no deja de ser elegante, la nostalgia, la tristeza, la infancia, el piberío, lo sublime en la profunda voz de la cantante. Escuchar una voz del tono y el matiz de Susana Rinaldi trae a la mente, quizás, algunas características del cante hondo español. No por su volumen y contexto, sino por lo que transmite. Para que un tango sea un tango el cantante debe sufrirlo, llorarlo, un tango es tristeza, es dolor, es melancolía. Melancolía y tango son un caso craso de sinonimia.

“Si desde el día en que me fui con la emoción y con la cruz, ¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur”. Cuando la voz de Rinaldi alcanza su punto más álgido sabe entonces quien escucha que el dolor está allí; está allí tanto como hay indignación en “El Sur también existe” de Benedetti. En esta obra hay indignación y todo es culpa del tiempo. En los tangos hay sólo un tiempo, tiempo que no es ni presente, ni futuro y tampoco pasado, es un tiempo hecho sujeto; en el tango el tiempo no es una instancia, es otro personaje más, es el ser más odiado y repulsivo, es la esencia más infame del existir. El tiempo es la causa, es incertidumbre, es pena, es el enemigo principal del intérprete.

Discépolo dijo alguna vez que el tango era “un pensamiento triste que se baila”: Mejor manera de resumirlo no hay, y precisamente se ha escogido a este tango de Rinaldi por englobar las características todas que hacen de este ritmo tan universal lo que es. A pesar de todo, el ejemplo dado no presenta más que una palabra en lunfardo, y al parecer puede ser suficiente con esto, porque la esencia del lunfardo está allí, está en ese tono de arrabal: “Mi viejo fue una abeja en la colmena, las manos limpias, el alma buena...

El tango es, tal y como cualquier otra manifestación artística que cuente al menos con un pueblo en el que identificarse, un lenguaje dentro de otro, un lenguaje que “siente antes de hacer”, como decía Barthes. La lengua del tango está más allá de lo que dice, vale más lo que perpetúa, lo que es capaz de plasmar en la historia y en aquellos que le han dado su lugar santo, su obelisco personal en el corazón argentino, latinoamericano y mundial.

Sin más que decir en este pequeño ensayo, les dejo entonces con la letra entera de esta canción. Con ustedes, Susana Rinaldi:

El Corazón al Sur

Nací en un barrio donde el lujo fue un albur,
por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi viejo fue una abeja en la colmena,
las manos limpias, el alma buena...
Y en esa infancia, la templanza me forjó,
después la vida mil caminos me tendió,
y supe del magnate y del tahúr,
por eso tengo el corazón mirando al sur.

Mi barrio fue una planta de jazmín,
la sombra de mi vieja en el jardín,
la dulce fiesta de las cosas más sencillas
y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz,
¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur!

La geografía de mi barrio llevo en mí,
será por eso que del todo no me fui:
la esquina, el almacén, el piberío...
lo reconozco... son algo mío...
Ahora sé que la distancia no es real
y me descubro en ese punto cardinal,
volviendo a la niñez desde la luz
teniendo siempre el corazón mirando al sur.

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