Tengo la infortuna de caer en picada de cuando en cuando; la péndola marca horas derretidas, pedazos perdidos, fracturados,
Dalí me debe dos centavos.
Al poderoso señor inglés le recibo con las manos atadas, iris, iris bruno azabache, y los gritos del pajarraco ancestral que se entremezclan en la noche con un sol de pompa esplendorosa.
Redundo en límites comunes, tan comunes que me hacen sentir tan limitado. Los algoritmos se rozan, rozan ramas y rosas que forman hermosas cruces; aliteran el sentido más abstracto en mi lóbulo frontal.
Se quiebran
quebrados
están.
Y me comprometen a seguir vociferando, a marcar con el dedo pulgar un camino abrupto, desigual, informe.
En cotidianas ocasiones me guardo el alma bajo un fanal cristalino, me trago el humo, trago, humo.
Hay en la esquina del frente un voluptuoso desliz,
se deslizó.
Y seguir bebiéndose las marcas de fuego, proyectándose al vacío, es seguir, es…
dejé abierta la ventana.
Firma: Andrés - Buenos Aires, Octubre del 2010.
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